GLADIADOR

¿Gladiador romano?...no…no puede ser dijo, el jefe, con fastidio. Nunca tuve que pasar por esto, pero eran otros tiempos y ...bien vale la pena, después que le vayan a cantar a Gardel.
Ya tendré tiempo de sacarme de encima a este enanito, pensó con desprecio.

El hombre tenía que ambientar un lugar, cambiar luces y hacer una fiesta de disfraces, al menos eso era lo que habían negociado sus contadores. Había que hacerle un homenaje con fiesta incluida al hombrecito que con su voz de Barrio Norte sobreactuada le exigía.

No vaciló, protestó un poco, discutió con su mujer, se percató que no hubiera testigos y allá fue. La cita era en Agüero casi Juncal, un petit hotel, un portón de madera en la entrada y un cartel donde decía “instituto de inglés”. Sus empleados la habían alquilado a pedido del barítono, había que recrear un boliche de sus épocas de gloria.
El hombre era rencoroso y vengativo. Y quería tener al poder de rodillas aunque sea una vez en su vida.

...

Al otro día mientras se ponía su corbata moñito y lo esperaba la prensa en la puerta de su casa, EL HOMBRECITO, de impecable vestimenta, no podía dejar de sonreír, todos habían cumplido el pacto de maravillas, el sobreseyendo a las partes y el jefe disfrazado de Gladiador Romano, no podía disimular las carcajadas y el placer que le causaba. Era para él su sueño cumplido.

Ya era un recuerdo lejano aquellos tiempos de "El Mirasol", de Garbellano, él no se merecía ese "bastardaje".

Bueno, tenia que ponerse serio, enfrentar a la prensa ya era un deporte natural. A los movileros les decía cualquier cosa, total no entienden nada de derecho y a la tarde presuroso debía ir a San Nicolás, a visitar a la Virgen, le había pedido tantas cosas y parece mentira, se estaban cumpliendo todas…Y ya era Navidad…y en La Argentina.