miércoles, 13 de agosto de 2008

CARLOS MONZÓN: Al rescate del ídolo








Hace 13 años, en un accidente de auto y volviendo al penal donde estaba en prisión moría el que fue el más grande boxeador argentino de todos los tiempos.
Todo un triste final para el mejor, aborrecido por el establishment por una injusta campaña mediática, donde se mezclaba el feminismo y ese estúpido refrán de que los “famosos son impunes en la Argentina”; gran error: los poderosos lo son pues la fama en definitiva es puro cuento. Esto ayudaba a tapar la realidad y la hipocresía que nos domina y dominaba, se hablaba del pleno estado de derecho y el de “justicia para todos”, el tiempo dijo y dice otra cosa.

No sólo le dictaron una sanción injusta. Lo condenaron por la tipificación de un delito que no correspondía.
Monzón nunca tuvo intención de matar a su entonces mujer, ésta se cae luego de un "flor de sopapo" y muere, lo que se llama un homicidio preterintencional; y de ninguna manera un homicidio doloso (intención de matar) por el cual fue juzgado por una jueza marplatense, para peor, feminista y ávida de notoriedad y con el apoyo obvio de los líderes de opinión de la época.

Pero mas allá de esto, hay que recordar lo que fue Carlos Monzón: nacido en la más paupérrima pobreza, con 13 hermanos vivía en una miserable villa de la Provincia de Santa Fé en la Ciudad de San Javier. Para dar una idea, donde nació Maradona era un palacio.

Monzón se crió en un medio hostil, injusto, donde los chicos se acostumbran a la tristeza y escasez, al odio, a la miseria y a un presente sin futuro.

Como todo hijo de la calle se hizo a fuerza de golpes, fue lustrabotas, canillita, repartidor de leche. De allí lo saca Amílcar Brusa (1963) y lo toma como "pupilo" a este flaco, alto, desgarbado y desnutrido.

Llegar al éxito no fue fácil. Carlos - escopeta- Monzón tenía apenas un vocabulario de 50 palabras y una insuperable ambición. Boxeador de una tremenda frialdad arriba del ring, con un fisico grande para la categoría y una inteligencia superior para descifrar los enigmas que le planteaba el rival ocasional, era poseedor de un cross de derecha maravilloso y un directo de izquierda que lastimaba y lo usaba como un "estilete insoportable", además de todo esto y por sobre todas las cosas era "un guapo".

Le gana al entonces campeón y también gran boxeador Jorge Fernández (1966), le consigue Tito Lectoure una pelea por el título mundial contra el entonces invencible Nino Benvenutti, a quien vence con gran sorpresa para los especialistas (lo trataban de indio del sur), con un fulminante knock-out en el 12º round, allá por noviembre de 1970 y por una de las derechas mas recordadas de la historia del boxeo.

Cuentan también que cuando Monzón se consagra campeón argentino, Lectoure le dice que debe ordenar su vida, (tenía dos mujeres), lo obliga a casarse y organizar una familia. Monzón opta por la “Pelusa” con quien tiene dos hijos y obviamente fue una relación primitiva y forzada, dado el origen.

Recuerdo verlo boxear los miércoles por televisión en un campeonato que se llamaba “Cinturón Eduardo Lausse”, allí empecé a admirar su boxeo y su estampa y como iba como “loser” más todavía.

Monzón llega al título mundial en una época donde para pelear por ello, había que tener mucha influencia y mucho ring, más proveniente de un país como el nuestro, aquí estuvo "la muñeca" de Tito Lectoure, quien siempre lo apadrinó y creyó en él.

Luego de Benvenutti se sucedieron las defensas que llegaron a 14; hasta hace poco record mundial entre los medianos. Quién no recuerda esas tardes de sábado con la ciudad desierta por que peleaba Monzón en Europa, y ese estilo frío que parecía lento y que nos ponía la piel de gallina, y quien no , contra Mantequilla Nápoles, Griffith, Bouttier dos veces, y esa obra maestra final contra Rodrigo Valdez en un recordado 10º round, donde lo vapuleó con una fiereza y categoría implacable.
Monzón hacía un año que no peleaba y fumaba 30 cigarrillos por día, su responsabilidad hacía que se entrenara 90 días antes de la pelea con un cambio de hábitos impecable.

De campeón le llega la fama, el dinero, el cine, las actrices, los actores, sus amoríos europeos, su amistad con Alain Delon y la admiración de Belmondo, su actuación en “La Mary” de Daniel Tinayre, doblado por Walter Vidarte (voz), record de taquilla y trampolín para el romance, desparejo, con Susana Giménez, dónde él era el súper famoso y no ella. También era utilizado por la misma farándula ya que el flaco desgarbado Monzón se había transformado en icono sexual internacional y atracción de multitudes.


Se retira, con una sola derrota en toda su carrera, una campaña impresionante, en 1977, con 37 años, era un viejo boxeador y un hombre joven que sin las privaciones del duro deporte del box, quería vivir.

Mimado, empieza su vida de trasnoche y copas, de amigos y amigas de ocasión. Hasta recuerdo a la Giménez comentando en un almuerzo con la Legrand, de cómo le enseñaba a utilizar los cubiertos para comer. Daba vergüenza ajena ella, no él. (La Susy lo histeriqueaba y lo "volvía loco" cuando el hombre debía entrenarse y estar alejado del mundo "fashion").

Luego de la "mano" que lo llevó a la cárcel, quedó solo y negado por varias y varios que lo trataron y utilizaron, es la cruel ley del exitismo, Monzón no se lo merecía.

Se hizo a golpes en una Argentina que no miramos y que hoy está más vigente que nunca, con mas pobreza y desnutrición, lo de Monzón es una excepción y uno lo disfrutó era cuando en Argentina existía movilidad social, ya que hoy Kirchner mediante y drogas por doquier, es una utopía la inclusión.

Carlos Monzón en estos días, habría cumplido 66 años.

1 comentario:

Arturo Seeber Bonorino dijo...

Carlos:

Recuedo muy bien los comienzos de Monzón, cuando, siendo un verdadero "paquete" le quitó el invicto a Antonio Aguilar, un boxeador de buena técnica pero poca pegada. Lo admirable de Monzón es cómo, en muy poco tiempo, fue adquiriendo una respetable técnica y un buen manejo de la distancia, que aprovechaba muy bien por sus brazos largos. A simple vista, tenía el cuerpo menos típico de un boxeador.
En España, cuando se acabó la miseria se acabó el boxeo -pese a que hemos tenido un campeón mundial recientemente, Castillejo, pero al cual la mayoría de los españoles no reconocería en la calle si se topase con él-.
Donde hay pobreza y marginación, hay resentimiento, violencia y boxeo. En Argentina tenemos para mucho tiempo, con los Kirshner y con los muchos que los sucederan.
Un abrazo.

Arturo Seeber