

Bajaban de la villa, no eran más de tres sombras ambulantes en una noche oscura, armados hasta los dientes deambulaban en busca de su presa.
Volvía de dar una clase de catequesis, su vocación, aunque Renata vivía de la arquitectura, en su Ford Ka, desandaba el camino hacia su casa, había sido un día agotador.
Ellos lo vieron venir, señalaron el auto que se acercaba, habían elegido la victima, necesitaban ese Ford para venderlo en partes y hacerse de guita, le apuntaron, maldijeron por que no bajaba la velocidad y no frenaba, ¡tirale! Gritó uno, y “PUM”…el balazo explotó en el pómulo derecho de Renata Toscano. Ya no habría mas catequesis…ellos se acercaron y volvieron a maldecir, no se podían llevar el auto, se dieron vuelta y silbando "la marchita" desaparecieron en la oscuridad.
Curiosamente, era el dia de "El Militante peronista".
“Bebote” era líder, a veces se le “soltaba la cadena” y hacía alguna que otra macana, pero, bueno el sabía que estaba protegido. Su amor por el rojo, su pasión, y su audacia ya lo habían catapultado a manejar la barra, la más importante de Avellaneda.
“Le digo Jefe que tengo el control”, le comentaba Marcelo al bigotudo y poderoso funcionario del todo poderoso partido gobernante. “Con el apoyo de Moyano, y la gestión de Bebote, tenemos a todas las hinchadas, usted me entiende es mano de obra desocupada, ja! hermano, les prometemos y los mandamos a Sudáfrica, armamos una ONG por la paz en el futbol nacional, y tenemos un ejército organizado no menor a 100.000 monos. Jefe es una ganga, solo pasajes para los principales de cada barra, algunas vituallas y los tenemos a todos, los de River, Boca, obvio Independiente, los de Estudiantes hasta que no se arreglen y se maten entre ellos no podemos negociar, y así se van agregando o vos crees que se van a perder el mundial, después que se maten en Sudáfrica”.
Hermano, para el 2011, tenemos fiscales a cagarnos y votos también, no nos para nadie.
Qué le parece jefe: "Hinchadas unidas argentinas, je, no tenes nombre gorosito".
El veterano funcionario miraba y sonreía, vaya, hasta de vez en cuando le salía una carcajada.
La visión era apocalíptica, eran cientos, miles, caminaban tambaleantes, llevaban bolsas de arpilleras, de plástico. Se dirigían al gran basural de la provincia, como todas las mañanas, había que buscar comida y siempre en la inmundicia se encontraba algo, para comer algún producto vencido o algo para vender, chatarra. La nube de moscas era insoportable, el calor también y ni que hablar del olor, pero, bueno, es lo que hay. De algo hay que vivir.
Dicen que los famosos planes no alcanzan, que las cooperativas, es un curro del intendente y del puntero que se lo reparten a sus amigos y que además te sacan el 30 %. Ahora están los otros planes, el de los 180 pesos, pero te piden papelitos y papelitos, y toda la familia va y viene a la Capital a hacer las colas, para que te digan que vuelvas mañana. Es difícil muy difícil.
“Sabe cuanto hace que mi hijo no se ríe, ni siquiera llora, me mira fijo con los ojos cada vez mas grande. El hambre y la desnutrición los mata y les lima la cabeza, están condenados a ser bajitos de 1.60 cm, tristes e incapaces de resolver una suma simple”. "Antes, sigue, le gustaba el futbol, ahora ni eso, deambula, se junta con esos de la esquina y fuman y fuman esa porquería, que quiere que haga, no me dan las manos, ni los pies, ya no puedo mas… ¿me entiende?"
Al juez le gustaban las cámaras, con antejos negros, traje azul impecable, reunía a los periodistas a la salida del Juzgado. El tenía todas las causas importantes. Volvía a ser poderoso como antes de aquel maldito tugurio de la calle Agüero, del mozo de la recova, del que escribió el libro, el hoy productor teatral. Esos innombrables, que nunca lo deberían haber rozado, el era un hombre pulcro, de finas costumbres, educado. Siempre maldijo esa conducta que no le era propia.
Ahora volvía a las primeras planas, ahora disfrutaba de los llamados del más poderoso, ahora podía negociar con él. Al fin volvía a ser el de siempre. Se miró al espejo, pasó un peine por sobre su espléndida cabellera, hasta se miró y se guiñó el ojo. Se veía bien, ya estaban los periodistas esperando, empezaba el circo, tenía el libreto.
Lo había acordado con su nuevo Jefe, bueno no tan Jefe, digamos… su nuevo y poderoso amigo…